No sería ningún descubrimiento afirmar que vivimos en la era del estrés. El progreso nos ha traído muchas cosas buenas, pero, como todo, cada cara tiene su cruz; la otra parte de la moneda. Y la consecuencia de tener a nuestro alcance las ventajas de este progreso es que apenas tenemos tiempo para disfrutarlas. Cada vez estamos más saturados. Tenemos planificados casi todos los días de nuestra vida, y establecemos un horario para cada una de nuestras actividades cotidianas, tanto en el trabajo como, incluso, en nuestro propio tiempo libre. Poseemos muchas más cosas materiales que no podemos disfrutar porque nunca estamos (como dicen los pensadores) en «el momento» y nuestra cabeza -aun en nuestro tiempo de ocio- siempre parece estar aquí o allí.
Nos hemos acostumbrado a un ritmo de vida que apenas podemos mantener. Desde hace algunas décadas, y cada vez más, nos hemos obsesionado con cargar sobre nuestra espalda una considerable cantidad de tareas y responsabilidades, y para poder llevarlas todas a cabo elaboramos un horario cada vez más ajustado, con la falsa idea de que necesitamos estar siempre ocupados para tener una vida productiva y de que estamos aprovechando el tiempo. Nos exigimos demasiado y nunca descansamos. Pues, aunque tengamos tiempo libre, rara vez desconectamos del todo y casi nunca encontramos la relajación que sin duda necesitamos, tanto física como mentalmente, algo esencial para nuestra salud.
Hemos alcanzado un nivel de estrés tan elevado que, al menos, y por suerte, hemos conseguido ser conscientes de que no podemos seguir así, pues nos hemos dado cuenta de que un estilo de vida como el de la sociedad actual provoca que cada vez haya más personas con ansiedad y otros trastornos psicológicos que, en muchos casos, se somatizan y llegan a provocar problemas de salud orgánicos y funcionales. Por eso es importante que, de vez en cuando, detengamos nuestro frenético ritmo de vida y dediquemos tiempo para encontrar la paz y la tranquilidad que tanta falta nos hace. Hace décadas Gandhi decía aquello de «Los hombres y las mujeres pierden la salud para ganar dinero y luego gastan ese dinero en recuperar la salud, por pensar ansiosamente en el futuro pierden el presente, de tal forma que acaban por no vivir ni el presente ni el futuro», unas palabras de hace décadas que hoy parecen casi proféticas.
En los últimos tiempos se han vuelto habituales algunas actividades y costumbres que son muy útiles para contrarrestar los efectos perjudiciales que puede tener en nuestra salud un estilo de vida ajetreado y estresante. Pues no sólo se trata de tener tiempo libre, sino de saber aprovechar ese tiempo en actividades que nos permitan descansar de verdad y vaciar nuestra mente de problemas. Practicar algún deporte, realizar técnicas de relajación y meditación, viajar, o concentrarnos en algún tipo de expresión artística, son algunos ejemplos de actividades que mucha gente hace con el fin de dejar las preocupaciones a un lado, y que podrían servir como terapia preventiva para evitar problemas importantes en el futuro.
Una de las formas más recomendables y saludables de alcanzar esa paz interior que tanto necesitamos es alejarnos de todo aquello que nos provoca estrés. Alejarnos geográficamente, poner tierra de por medio, para así poder, por lo tanto, alejarnos también mentalmente. Apartarnos del tráfico, el bullicio y el ruido de la ciudad, y encontrar la tranquilidad en el mejor sitio posible: en la naturaleza.
El aire limpio y la quietud del entorno nos demuestran que no todo tienen que ser prisas, sino que existen lugares donde el tiempo transcurre a otro ritmo. Una casa rural ubicada en un entorno natural puede ser la mejor opción para encontrar un poco de calma y disfrutar de un merecido descanso sin renunciar a ninguna de las comodidades que podamos necesitar. Hay muchas formas de disfrutar de una casa rural: relajarse escuchando los sonidos de nuestro alrededor o contemplando el paisaje, conociendo un poco más la naturaleza de la que el ser humano se ha ido alejando en las últimas décadas cada vez más, realizar algún deporte en este entorno, leer un buen libro o simplemente descansar en una casa con las comodidades que podemos tener en nuestro propio hogar, pero sin tener que sufrir el estrés del núcleo urbano y su ritmo trepidante.
Sea como fuere, está claro que no estamos hechos para soportar el ritmo de vida actual sino somos capaces de encontrar de vez en cuando una forma de desaparecer – aunque sea temporalmente – , de sacar fuera las preocupaciones que nos llenan la cabeza y encontrar un lugar en el que podamos recordar que vivir no consiste sólo en estar constantemente ocupados y llenar nuestro tiempo con tareas, sino que, de vez en cuando, también necesitamos pararnos a observar nuestro alrededor y encontrar tiempo para pensar un poco. De este modo podremos volver a la rutina con las pilas cargadas y preparados para enfrentarnos a todo.
Por esta razón hemos inaugurado la Hacienda El Descanso, como una respuesta a las necesidades del ser humano de hoy. Situada en un marco natural precioso e incomparable pero con todas las necesidades y facilidades que uno pueda necesitar para que de algún modo la desconexión, la diversión y la paz sean la definición de su estancia. Los preciosos jardines, la piscina, las habitaciones, la cocina, la pista de pádel, la barbacoa, la chimenea… todo en Hacienda El Descanso está pensado para tener la mejor estancia posible con los suyos y volver a la rutina diaria con las pilas cargadas y la salud en máximos. Si está buscando un lugar donde encontrar todas esas virtudes ha dado con el sitio exacto.